Los hijos de Lugh (Extracto)
Hola a tod@s! Como ya sabéis, me dedico también a escribir fantasía oscura y épica bajo otro seudónimo "Noah Goldwin", y LOS HIJOS DE LUGH es la historia que defiende una de las teorías de la leyenda de STONEHENGE, las piedras sagradas que existen desde hace milenios en Inglaterra.
¿Te atreves a leerla?
Os cuelgo un pequeño extracto de la novela:
SUR DE INGLATERRA.
Williams elevó la visera de su casco con interés.
—¿Qué ocurre? —preguntó seriamente.
—Detrás de ese valle —indicó el soldado con el dedo—, se
encuentra la bahía de Folkestone... —Respiró más pausadamente y fijó su mirada
en el capitán—. Ese lugar debe estar maldito, hay una densa niebla, impenetrable
como la misma morada del demonio, que rodea todo el poblado. Los canes se han
vuelto locos, el fétido olor de esos monstruos los tiene rabiosos, alterados y desatinados por entrar en la bahía. Me
parece, mi señor, que si lo soltásemos acabarían devorando a todo habitante que
se cruce en su camino. Creo que al fin, hemos encontrado el eslabón perdido
—dictó con firmeza.
Williams agachó la cabeza y ojeó a los perros, no dejaban
de ladrar. Las babas le salían por la boca, tan claras como el agua, y aquellos
ojos oscuros parecían sacados de las ánimas del diablo. Se llevó la mano a la
visera y se la cerró. Esa fue su respuesta. Su instinto volvía a despertarse
locamente, manifestándose en su cuerpo. Pero Williams no necesitaba que su mano
derecha tuviera que presenciar el monstruo que lo poseía cada vez que
necesitaba aliviar su tormento. Ahora, podía sentir la transformación del
rostro de su verdugo acaparándolo por completo, transformándolo en un ser despreciable.
El capitán abrió las aletas de la nariz y respiró un poco de aire. Por un
instante quedó pensativo. La calma era primordial para su estado. Su mente
dictó la clara orden que debía cumplir: VENGANZA, acompañada de VICTORIA.
Williams pretendía agarrar al bastardo que torturaba todas las noches sus
sueños, decapitarlo y clavarlo en una pica para que el pueblo inglés pudiera
contemplar al monstruo que se rebelaba contra la corona. Oh, sí, era un divino
deseo. Sin embargo, debía tomar serias precauciones al respecto, ya que la
bestia vampira iba acompañada de otro ser demasiado inteligente para con ellos.
«Ese no es un problema grave. El secuaz que le acompaña
se eliminará fácilmente». Le dictó su diminuta conciencia; Williams creía que
había desaparecido. Se relamió los labios ante aquellos pensamientos. Un plato
muy sabroso le esperaba tras aquella neblina.
De repente, todo lo que estaba cavilando se esfumó de su
cabeza; oyó las cabalgadas de otro caballo acercándose hasta el grupo. Dejó que
su instinto de asesino le indicara quién era el jinete que venía hacia él. Y
dio con su cometido. Los labios se curvaron manifestando una demoníaca sonrisa,
e incrementando esa ansiedad por entrar en aquel recóndito lugar.
—Señor, alguien está entrando en el perímetro que hemos
cubierto —expuso Selt.
Williams seguía callado, esperando al jinete.
—¡Abrid paso, abrid paso! —Las voces del recién llegado
hicieron que los soldados bajaran sus armas; se trataba del emisario.
Selt cabalgó hasta el enviado y le atendió.
Posteriormente le dijo que esperara hasta que el capitán lo recibiera.
—Mi señor, el emisario ha llegado.
—Hazle venir —dijo rotundamente.
El hombre se acercó tan rápido como su caballo se lo
permitió; descabalgó, saludó con una venia, y sacó de una alforja lo que tanto
deseaba el capitán.
—¿Qué noticias traéis? —preguntó Williams.
—Nuestro soberano, el rey Eduardo de Inglaterra, os envía
esta misiva. —Se aproximó y le entregó en mano un pergamino enrollado con el
emblema del rey, lacrado en cera roja.
Williams se quitó el casco. Cogió la misiva y la
desenrolló lentamente. Por su mente comenzaron a pasar millones de inquietudes
y preguntas acerca de lo que el rey había puesto en esa nota. Dictara lo que
dictara la orden de Eduardo, él seguiría con la pista del bastardo, aunque aquella
carta expusiera lo contrario. Si tuviera que ir solo a otro país porque el
monarca decidiera anular la cruzada, iría. No se lo pensaría dos veces. La
ponzoña del diablo iba expandiéndose por Europa y Asia, si no estaba ya
expandido, y había que cortarla de raíz. Williams daría caza al bastardo,
aunque recorriera miles de leguas hasta dar con él. Como mezcle de la raza y
maldecido desde el día de su nacimiento, se sentía obligado a perseguir a esos
demonios hasta su muerte. Y no solo para asesinarlos, sino también como asunto
personal; parte de la sangre que corría por sus venas pertenecía a la raza del
dios del Sol, y podía contar con esto para buscarlos hasta el fin de sus días.
Todos los sentidos se le agudizaron el mismo día que se transformó en el maldito
ser, y esa arma creada por ellos mismos los llevaría hasta su inexistencia...>>
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